sábado, 21 de febrero de 2015

Divergente, #Veronica Roth



Título: Divergente
Autor: Verónica Roth
Editorial: RBA
Páginas: 463
Formato: Tapa blanda con solapas
Precio: 17,95€



En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad (los sinceros), Abnegación (los altruistas), Osadía (los valientes), Cordialidad (los pacíficos) y Erudición (los inteligentes). En una ceremonia anual, todos los chicos de dieciséis años deben decidir a qué facción dedicarán el resto de sus vidas. Beatrice tiene que elegir entre quedarse con su familia... y ser quien realmente es, no puede tener ambas cosas. Así que toma una decisión que sorprenderá a todo el mundo, incluida ella.


Como ya sabréis (y si no lo sabéis os lo digo ahora, porque para eso estoy aquí, para decir cosas) odio la narración en presente. No es un odio muy racional, lo sé, pero me cuesta mucho. Me imagino la escena como si el protagonista estuviera con un micrófono en mano y el cámara detrás, tipo Frank de la Jungla, narrándolo todo: <<Y ahora doy un paso al frente, querido público. Me encuentro con la boa constríctor. Me mira. La miro. Qué conexión, señores. Qué tensión. ¡Qué ambientazo!>>.
Bueno, a esto me gustaría sumarle que no me ha gustado la prosa de Veronica Roth. Me parece muy... esquemática. Me parece que pasa todo de una forma muy poco conexa. No sé cómo explicarlo, hoy no me salen las palabras. Pero me parecía un poco <<Corro. Ahora salto. Cojo la pistola. Disparo. Pium. Pium. Corro otra vez>>.
No he leído muchas distopías. Es más, sólo he leído dos contando con esta. Pero me ha gustado mucho cómo está organizada la sociedad:
Está dividida en cinco facciones. Osadía, Abnegación, Versad, Erudición y Amabilidad (la cual veo una facción un poco absurda, pero bueno). Uno nace en la facción que le toque pero, a los dieciséis años, deberá elegir una de ellas para permanecer el resto de su vida.
El libro va sobre Beatrice (Tris, vaya) una chica nacida en Abnegación que no se siente muy altruista. No tiene ni idea de qué decisión va a tomar hasta el momento en el que hace el ritual de elección de facción y decide de forma improvisada. Pero, el día anterior, mientras le están haciendo una especie de test psicológico para saber cuál es su facción idónea, le dicen algo que la descoloca completamente: es divergente.
Nunca había oído esa palabra, y no descansará hasta averiguar qué significa.
Tris deberá superar las duras pruebas de acceso de la Facción que ha elegido, bajo la vigilia de su monitor: Cuatro, un joven de dieciocho años que se te caen las bragas al suelo es muy atractivo. Y, que, como suele pasar en los libros juveniles, le da el 99,9% de gracia a la novela.

Me acabé este libro en un día. Es muy adictivo. Que no os engañe lo tochito que parece, se lee rapidísimo. Está maquetado con muchos espacios entre línea y línea y por eso parece que hay mucho, pero se lee en nada. Siempre mantienes el interés. Es el típico libro donde cada capítulo acaba de una forma tan intrigante que no puedes esperar al siguiente.

Pero, en mi opinión, las últimas 60 páginas son horribles. No te enteras de nada, sucede todo muy deprisa, Tris va a su puñetera bola y no le afecta nada. Parece una feliz mariposa rosa en un campo de minas. Este final me decepcionó y ha hecho que mi opinión sobre el resto del libro bajara, pero merece la pena tragarse este final por lo que viene antes. Y, supongo, por lo que vendrá después.

Es un libro muy muy dinámico que se lee en nada y cuya continuación necesito leer ya (y estoy leyendo)



"-Creía que solo tendría problemas con las preguntas de los veraces. 
¿Ahora también me van a fastidiar los estirados?
-Debe de ser por lo accesible que resultas. Ya sabes, igual que un colchón de clavos."


“Creo en los actos cotidianos de valentía, en el coraje que impulsa a una persona a defender a otra”.

"-Hora de irse a dormir. ¿Listos para volver? Creo que voy a meter la mano
 de Peter en cuenco de agua tibia para que se mee en la cama."

"- A la mayoría de chicos les gustaría quedarse atrapados en un sitio estrecho con una chica, ¿sabes?
-¡No a los claustrofóbicos, Tris!"


"- Notas mis latidos, ¿los notas?
- Sí.
- ¿Ves lo regulares que son?
- Van deprisa.
 - Sí, bueno, pero eso no tiene nada que ver con la caja."


"- Tengo que decirte una cosa. Puede que esté enamorado de ti. 
Pero estoy esperando a estar seguro para decírtelo.
- Qué sensato por tu parte. Deberíamos buscar un papel para que hicieras una lista,
 una gráfica o algo.
 -Puede que ya esté seguro, pero no quiera asustarte.
- Entonces deberías conocerme mejor.
- Vale, pues te quiero."



3,5/5

Un libro muy dinámico y adictivo



sábado, 14 de febrero de 2015

Cazadores de Sombras III: Ciudad de Cristal, #Cassandra Clare



Título: Cazadores de Sombras 3, Ciudad de Cristal
Autor: Cassandra Clare
Editorial: Destino
Páginas: 544
Formato: Tapa dura con sobrecubierta
Precio: 17,95€





Para salvar la vida de su madre, Clary debe viajar hasta la Ciudad de Cristal, el hogar ancestral de los cazadores de sombras. Por si fuera poco, Jace no quiere que vaya y Simon ha sido encarcelado por los propios Cazadores de Sombras, que no se fían de un vampiro resistente al sol. Mientras, Clary traba amistad con Sebastian, un misterioso cazador de sombras que se alía con ella. Valentine está dispuesto a acabar con todos los cazadores de sombras: la única opción que les queda a éstos es aliarse con sus mortales enemigos pero ¿podrán hombres lobo, vampiros y otras criaturas del submundo dejar a un lado sus diferencias con los cazadores de sombras?

Me gustaría poder decir que esta tercera parte me encantó. Y lo hubiera hecho, pero tuve que hacer un parón de una semana entre las primeras doscientas hojas y las otras trescientas, y eso hizo que perdiera un poco el hilo. Pero, aun así, me atrevo a decir que mejora bastante a la anterior.

La historia se desarrolla en Idris, el país originario de los Cazadores de Sombras. Por motivos de la vida muy bonitos, al final acaban yendo también Simon y Clary. Obviamente, el broncón que le cae no es pequeño.

Simon tiene problemas en Alacante (la ciudad donde están), ya que es un subterráneo. Y él (ni los demás: Alec, Jace, Isabelle...) son conscientes de que Clary ha venido, ya que ella ha llegado por su cuenta, muy independiente. Ella se hospeda junto a la hermana de Luke, Amatis.

Clary empieza a sentirse una Cazadora de Sombras auténtica. A pesar de no haber recibido nunca entrenamiento, Clary empieza a sacar todo su lado valiente y a dejar claro que no piensa quedarse de brazos cruzados. Por este lado, me empezó a gustar más que en los otros dos libros. Pero, por la parte que corresponde a Jace... es para matarla.

La verdadera acción comienza cuando Clary conoce a Sebastian Verlac, el primo de Aline (una amiga de la familia Lightwood) , un joven de más o menos su edad de pelo negro (sí, es el que aparece en la portada , todo chulo) al que tiene la sensación de haber visto antes.

En cuanto a relaciones amorosas, este libro me produjo sensaciones contradictorias. Por una parte, se mostró a un Jace al que quería achuchar y guardar en mi habitación hasta el día del Juicio Final; por otra, odié a Jace mucho; por otra, odié aún más a Clary; y, por la última, me pareció que estaba alcanzando un grado de cursilería máximo.
A parte, se empieza a consolidar una nueva relación amorosa que ya se intuía: la de Magnus y Alec. 

La trama de este libro mejora las anteriores, y aumenta la tensión. Siempre tienes ganas de seguir leyendo, cueste lo que cueste. Aunque hay algunas escenas, sobre todo de conversaciones, donde te duermes un poco; pero merecen la pena por el resto.

El final es emocionante; mucho más que el primero y el segundo juntos. De ponerle pega, sería que (SPOILER) la forma de morir de Valentine me parece absurda. Por el escupitajo de Raziel. Me quedé flipando (SPOILER)

Y el epílogo es muy tierno. Nivel “oinsh, qué bonito” elevado al cubo.

Pero, el mayor problema de este libro (que desencadenará el problema que le veo a los siguientes), es que el final no deja ningún cabo suelto, al menos para mí (y que recuerde, claro, que hace más de un mes que me lo leí). La saga se podría haber acabado aquí perfectamente, y podría haber dormido por la noche.


"¿No has pensado alguna vez que en una vida anterior Alec era una anciana con noventa gatos que no hacía más que chillar a los niños del vecindario para que salieran de su césped?"

"-Hueles a sangre.
-Si, es mi nueva colonia. Eau de herida reciente"


"Es cierto -respondió- creé un puñado de guerreros repudiados, hice que atacaran 
el Instituto, mataran a Madelein y casi acabaran con el resto de nosotros 
 simplemente para poder mantener a Clary en casa.
¡Y quién lo iba a decir, mi diabólico plan funcionó!!

"Alec rehúsa reconocer que tenemos una relación, así que yo rehuso reconocerle a él" 


"-No todo, Jace, gira en torno a ti –dijo Clary con furia.
-Posiblemente –dijo Jace–, pero tienes que admitir que la mayoría de las cosas sí"


"-Jamás me devolviste las llamadas. Te llamé muchísimas veces y tú nunca me devolviste las llamadas. 
-Tu ciudad está siendo atacada, las salvaguardas no funcionas y las calles están repletas de demonios. ¿Y tú quieres saber por qué no te he llamado?
-Sí, quiero saber por qué no me devolviste las llamadas."


"-¡Has dicho que ibas a dar un paseo! ¿Qué clase de paseo necesita seis horas?
-¿Un paseo largo?"


"-Te amo, y te amaré hasta que muera, y si hay una vida después de ésta, 
te amaré también entonces. "


4/5
Mejora el anterior

viernes, 13 de febrero de 2015

Relato yaoi: Backstage.


Obra protegida por el registro de Safe Creative


¡Hola, buenas!
Como sabréis (o no), soy una aficionada a la escritura. Y hoy, en clase, he empezado a escribir lo que será un relato yaoi dividido en dos partes. Aquí traigo la primera. No es la primera vez que escribo este género, pero sí con este estilo tan dinámico. Suelo ser mucho más descriptiva y formal, pero me apetecía probar otra cosa.

Este es el enlace en Wattpad: ¡clícame!

Para quienes no lo sepan, el yaoi es un género que hace referencia a un romance entre dos hombres (también conocido como Boys Love, o BL). Así que, si esto os echa para atrás o no os atrae, no sigáis, porque el contenido de este relato es puramente yaoi. También aviso de que hay escenas subidas de tono. En la primera parte (en esta) no, pero sí en la próxima.

Sin más dilación, ¡espero que os guste!

                                                             BACKSTAGE: Parte 1

Dylan dejó la guitarra a un lado.
Llevábamos más de tres horas ensayando. Habíamos dicho de quedar a las cinco. Ya sabes, lo típico. En clase le di a Eric un toquecito en el hombro con la tapa mordisqueada de mi boli bic. Él se giró, con esa cara de cabreo con la que se solía girar cuando la gloriosa llamada de mi boli le pillaba haciendo algo importante. Esta vez, el <<algo importante>> era intentar conseguir una cita con Melody, su encantadora compañera de Trigonometría que, como solían decir todos, tenía el cuerpo como una carretera: lleno de curvas y enormes baches. La cual, sinceramente, nunca se fijaría en Eric, ni aunque fuera el último chico de la faz de la Tierra. Pero a ver quién se lo decía. Él era feliz así, siempre al límite de lo imposible.
—¿Qué cojones quieres?—me preguntó frunciendo el ceño. De verdad pensaba que tenía alguna oportunidad con Melody, y mi interrupción (en su mente) podría costarle su apasionante relación con ella. Qué tensión, ¿verdad?
—Nos vemos esta tarde a las cinco. En el local del tío de Dylan.
Eric me miró como si acabara de decirle la cosa más estúpida de este planeta. Revisé mentalmente mi frase, pero no encontré ningún error.
—Pero si el concierto es el sábado, tío—acabó diciendo—. ¿Para qué vamos a ir hoy?
Rodé los ojos y solté aire. Eric y yo llevábamos siendo amigos desde que tenía uso de razón, y le apreciaba, claro que le apreciaba. Pero a veces me hubiera gustado matarle. O sacarle de su pequeño mundo, al menos.
—¿Y qué quieres? ¿que nos presentemos sin ensayar? ¿Así, tal cual, esperando un milagro de la Virgen?—dije cruzándome de brazos y recostándome en la silla.
—Es lo que hacemos siempre—contestó mientras hacía como si estuviera sacando algo de la mochila, para que el profesor no sospechara. Sacó su compás y se quedó mirándolo como si se encontrara frente al Santo Grial.
—Ya, pero esta vez cobramos. No podemos hacer una chapuza—aclaré entre dientes—. Te recuerdo que la última vez que nos dieron la oportunidad de tocar en un local se te olvidó la partitura a mitad de la canción.
Eric apretó los labios, impidiendo que de entre ellos saliera una risilla infantil.
Agitó la mano, restándole importancia.
—Fue un pequeño fallo. Además, este me lo voy a tomar muy muy en serio—aseguró con su mirada más solemne.
El tío de Dylan, Matt, tenía un local de moda en el centro. Bueno. En realidad no estaba precisamente de moda ni estaba precisamente en el centro... vale, sólo era de moda y estaba en el centro si eras una vieja de setenta años y vivías en el quinto culo, ¡pero era la mejor oferta que teníamos! Teníamos dos opciones: esta o seguir haciendo conciertos para mi hermana y su ejército de Barbies. Tomamos la decisión cuando a éste último se le sumó una horda de Bratzs.
Eric abrió la boca para contestar, pero la voz de nuestro profesor de Trigonometría se alzó por encima de la suya.
—Eric, Liam, ¿vais a parar con la tertulia, o queréis que os ponga un trabajito sobre razones del seno como cociente?
Ambos negamos con la cabeza a un unísono coral y Eric se giró hacia su mesa, no sin antes hacerme un gesto con el pulgar mundialmente conocido como <<vale>>.
Al final, el <<a las cinco estoy allí>> se convirtió en un <<tío, me he dormido y voy a llegar tarde. PD: he soñado con Melody>>, que fue contestado por un <<Dylan ha pillado tráfico y se va a retrasar también. PD: cállate>>, y acabó con un Liam (yo) muerto de frío esperando en la puerta del local como un imbécil. El bar estaba cerrado porque Matt tenía un compromiso, una cita médica o algo así, y había aprovechado para darles a sus camareros el día libre. Tras unas cuantas súplicas indignas, había cedido a dejarnos ensayar allí mientras él no estaba. Pero, cuando nos había ido a dar las llaves, Dylan fue más rápido que el rayo:
—Las guardo yo que soy su sobrino y el que mejor tiene el pelo—había dicho mientras se guardaba las llaves como si fueran oro en paño.
Y, por culpa suya y de su fabuloso pelo, tuve que esperar dos horas al borde del congelamiento intravenoso y acordándome de toda su familia. Pero sin malos rollos ni nada.
Al final, ambos aparecieron corriendo y murmurando excusas incoherentes y más falsas que una moneda de tres euros. Pero yo, como soy tan bueno que duele, les creí.
Ya eran las diez de la noche. La luz anaranjada del atardecer había sido sustituida por la blancura de la luna, que proyectaba sombras sobre los muebles metalizados y ochenteros del lugar. Cuando Dylan abrió la funda de la guitarra para guardarla, me quedé embobado observando cómo la luz nocturna arrancaba reflejos plateados de su chaqueta de cuero.
—Tierra llamando a Liam—dijo Eric mientras me revolvía el pelo con fuerza. Gruí algo, sonrojándome. Me había quedado mirando la espalda de Dylan como un imbécil. Por Dios, qué el no lo hubiera notado...
Por suerte, cuando le dediqué una nueva mirada de soslayo, éste estaba absorto en su guitarra. Estaba seguro de que, si caía una bomba atómica su lado, ni se enteraría. Menos mal.
—Bueno, como os iba diciendo—siguió hablando Eric—. Que hoy Melody me ha dejado el ejercicio veintiocho de Trigonometría cuando me ha tocado corregirlo porque yo no lo tenía hecho. ¡Me ha salvado de un castigo! ¿No es flipante?
Dylan se giró. Al parecer, no estaba tan aislado del mundo como pensaba. Esbozó una sonrisa de medio lado que me provocó una extraña sensación, ¿qué mierda me pasaba? Por un momento pensé que me estaba mirando a mí, pero cuando me fijé, su vista estaba clavada en Eric. Quizá habían sido imaginaciones mías. Agitó la mano derecha en un fingido gesto de asombro.
—¡Qué barbaridad!—exlamó—¿Para cuándo es la boda?, es que me pilláis sin traje.
Solté una risa alegre. Eric siempre se hacía ilusiones con todo lo relacionado con el género femenino. Solía describirse a sí mismo como a un seductor conquistador, pero lo cierto es que sus intercambios de fluidos no llegaban hasta donde él quería llegar. Aun así, él presumía de sus hazañas amorosas como si le fuera la vida en ello. Y ahí estábamos nosotros, para reírnos de él, como hacen los verdaderos amigos.
Cuando miré a Dylan, me estaba observando. Esta vez sí. Me miraba de una forma tan intensa que me quemó por dentro. Noté que me temblaban las piernas. Tuve que apartar la mirada de golpe y, por el rabillo del ojo, vi que él tardó unos segundos más en hacerlo.
Eso era raro. Muy raro. Y hacía que me sintiera... agitado, digamos.
—Ja-ja—ironizó Eric. Incluso me había olvidado de que estaba allí. Pero él parecía ajeno a lo que acababa de pasar. Quizá porque no había pasado nada y se me estaba yendo la pinza—. Muy gracioso, pero yo sé que la tengo a puntito—. Levantó la mano derecha a la altura de la cara y aproximó el dedo pulgar al índice, como queriendo decir <<muy poco>>.
—Claro, igual que tenías a Allison—Dylan comenzó a enumerar con los dedos—, y a Dona, y a Linda, y a Ashley, y a Clarissa, y a...
—¡Vale, vale! ¡Ya lo he pillado!—gritó Eric interrumpiéndole. Se giró hacia su querida batería y comenzó a desatornillar los platillos, muy indignado. Parecía furioso. No obstante, conociéndole, su cabreo duraría unos veinte segundos. Diecinueve, dieciocho...—. No es mi culpa que tú no ligues una mierda, ¿sabes?
Mi mirada se deslizó, de nuevo, hasta Dylan. Lo cierto era que nunca había tenido novia, ni nada que se le pareciese. No podía imaginármele con una chica, y era raro, porque tenía todo lo que una mujer buscaba: era guapo, sacaba unas notas más que decentes, divertido y tenía ese halo de misterio de chico malo que volvía loca a toda portadora de estrógenos. Me miré a mí y reprimí un bufido de resignación. Yo era todo lo contrario a él. Vale, era listo. Bueno, era un empollón, pero el resto era como comparar el día y la noche. Mi cara era la cosa más común del mundo. Enmarcada por unos mechones castaños casi rubios, adornada por unos ojos marrones que parecían una fotocopia desdibujada y en blanco y negro de los suyos, tan azules como el mar, y unos labios finos e insustanciales. Sí, señor, así era yo: un bombón. La futura estrella del Rock.
Dylan se encogió de hombros como toda respuesta.
—¿No vas a decir nada?—continuó hablando Eric, pensando que estaba picado. Pero lo cierto era que Dylan no parecía molesto. Es más, estaba muy tranquilo.
—Tampoco es que tenga interés—dijo.
Para Eric, cuya mayor misión en la vida era darse el lote con chicas, aquello fue una ofensa, un ultraje, una blasfemia, un desprestigio. Era incapaz de aceptar que no todo el mundo tenía las hormonas tan revueltas.
—¡Pero si incluso Liam ha tenido novia!—exclamó señalándome.
Eso me ofendió, como si el hecho de que yo hubiera tenido novia significara que todo el mundo podía tener una. Pero lo cierto era que llevaba razón. Como he dicho antes, yo siempre he sido el típico cero a la izquierda de la humanidad, la típica persona a la que atropellas en pleno pasillo y sólo te das cuenta de que ha pasado algo cuando ves sangre en tu bota. Y, la verdad, la novia a la que hacía referencia Eric era una que había tenido con trece años y que me había durado la impresionante suma temporal de dos días. Lo sé, una pasada. Estarás flipando.
—Muchas gracias, hombre—dije, llevándome el puño cerrado al corazón. Sinceramente, me daba igual ese tema. Entendía a Dylan. Pero tenía un orgullo masculino que aparentar—. Eso me ha llegado hondo.
Eric alzó la vista hacia el techo y suspiró.
—No. Bueno, a ver...—sacudió la cabeza incapaz de decir nada—. ¡Joder, sabes a lo que me refería!—Con aquella labia dio el tema por zanjado y se volvió de nuevo hacia Dylan—. Pero lo tuyo no tiene nombre ni perdón. Tienes dieciocho años y sabes de las mujeres lo que has visto en los libros de Biología.—Sí, se refería a las típicas fotos para aprender el aparato reproductor que, a día de hoy, seguían produciendo carcajadas generalizados. Así de maduros somos—. Tío, ¿eres asexual o algo?
Noté una extraña sensación en la nuca, como algo cálido. Giré sobre mis talones y ahí estaba Dylan, dedicándome una mirada adornada con una de sus sonrisas de medio lado traviesas. Siguió mirándome mientras contestó:
—Algo por el estilo.
Me di la vuelta, sintiéndome como un avestruz con ganas de empotrar la cabeza en el suelo. ¿A qué había venido esa mirada? ¿Tenía algo en los dientes? ¿Habían sido paranoias mías, o había sido el tipo de mirada cómplice que se echan las personas que saben algo que el resto del mundo desconoce?
Escuché la risa de Dylan a mis espaldas. No supe si fue por mi reacción o por algo que acababa de decir o hacer Eric. Esperé que fuera por lo segundo. Por favor.
—En fin, pues no sabes lo que te pierdes—oí decir a Eric. Pude imaginármele perfectamente encogiéndose de hombros en actitud pasota.
Me di cuenta de que mis manos habían empezado a hacer algo para aparentar que estaban ocupadas. Estaba guardando mi guitarra, arrodillado frente a la funda. Mi madre me la había comprado cuando tenía quince años y, aunque estuviera hecha un desastre, la tenía mucho cariño. Abrí la funda y metí la guitarra dentro, a sabiendas de que tenía una mirada clavada en mi nuca. Había algo incómodo en la idea de girarme hacia Dylan y preguntarle qué pasaba. Nunca se había comportado así. Bueno, quizá un poco. Pero él siempre se comportaba de una forma rara, no le solía dar importancia. No obstante, esta vez sí era extraño de más. Lleva ya unas semanas así, haciendo cosas muy bizarras conmigo. Conmigo, sólo conmigo. Quizá estuviera enfadado, pero eso no explicaría la mirada de entendimiento que me acababa de echar...
¡Agh, me acababa de pillar los dedos con la funda de la guitarra!
—¡Joder!—exclamé
Me llevé la mano a la boca para lamer la zona dañada como un gato; así de masculino soy. Tenía la punta de los dedos índice, corazón y anular al rojo vivo. Me ardían y amenazaban con no dejarme respirar. Había sido uno de estos golpes secos que te arrebatan el aliento, las ganas de vivir y todo.
Una suave fragancia a cítricos me envolvió. El ardiente dolor pasó de mis dedos a mis mejillas al instante.
Dylan se había arrodillado a mi lado y escudriñaba mi mano con expresión crítica.
Recé a todos los dioses, Budas y platos de espaguetis divinos que existieran para que no me mirara a la cara.
¿Por qué tenía que ponerme tan nervioso cuando él estaba cerca? Era mi amigo, no debería reaccionar así. Tendría que decirle algo del tipo <<eh, tío, ¿qué pasa>> con los brazos cruzados y mirada de indiferencia, ¡y no reaccionar como una estúpida colegiala!
Todo tenía que ser cuestión de actitud, ¿no? O eso pensaba, al menos. Así que me giré con mis mejores intenciones de ser un tío normal.
Cuando me volví, su rostro estaba sólo a unos centímetros del mío. Pude ver sus pestañas negras acariciando la piel perfectamente tostada de sus pómulos. Sus labios carnosos con el suficiente color para, sin dejar de ser masculinos, verse... irresistibles.
¡No, no, no! ¡Liam, concéntrate!
Le aparté de un empujón y me eché hacia atrás. Las mejillas me ardían. Necesitaba salir a la calle y hundir la cara en la nieve hasta pillar tres o cuatro hipotermias, o algo así.
Antes de que pudiera caerme de culo o intentar huir, Dylan me agarró de la muñeca. Me cogió con tanta fuerza que creí que me iba a desintegrar, pero tampoco estaba haciendo fuerza. Quizá sólo fuera su contacto... Joder, qué perdido estaba en la vida.
—¿Estás bien?—preguntó con voz grave.
Sus ojos azules estaban clavados en los míos, como si pudiera ver dentro de mí. Dios, ¿qué estaba diciendo? Ni que esto fuera una novela rosa barata.
—Er, sí—contesté. Le di un manotazo para que se apartara, pero no logré soltarme de su agarre. Por favor, era como intentar luchar contra un Titán. ¿Qué desayunaba este hombre, proteína pura?
Dylan esbozó una sonrisa de superioridad.
—¿Seguro?—dijo mientras deslizaba su mano de la muñeca hasta mis dedos—. Puedo ayudarte.
Lo que pasó a continuación me provocó unos ochenta infartos. Así, de seguido.
Envolvió mi mano con la suya, larga, grande y fuerte, y se la llevó a la boca. Metió entre sus labios mi dedo índice y comenzó a lamer la punta.
¿¡Qué mierda estaba pasando!?
—Dyl...—empecé a decir, pero mi garganta no logró articular sonido alguno. La imagen que tenía frente a mí me descolocaba, del todo. Hizo que me explotara el cerebro, anulando todas y cada una de mis funciones.
Dylan continuaba lamiendo mis dedos. Y no, no de una forma precisamente casta. Deslizó la punta de su lengua por mis yemas. Supuse que me estaría mirando irónico, superior, burlándose de mí; pero no podía apartar la vista para comprobarlo. Aquella cura para mayores de dieciocho estaba absorbiendo toda mi atención.
—¿Qué estás haciendo?—logré musitar. Y no supe que había sido audible hasta que él me contestó.
—Shhhh—susurró—. Cállate—Y siguió tan absorto en su labor como estaba antes.
Se sacó mi mano de la boca y contempló los enrojecidos y, ahora brillantes, dedos, antes de volver a lamerlos tan lentamente que fue una tortura. Ya ni si quiera me molestaba en pensar cuán rojo estaría. Me sentía arder como si estuviera siendo consumido por el Fuego Eterno.
Dio una última lamida, más sensual que todas las demás juntas, y depósito un dulce beso en cada dedo.
—¿Mejor?—me preguntó en lo que casi me resultó un gruñido. Primitivo, pero muy seductor.
No supe qué contestar. Simplemente me quedé mirándolo, seguramente temblando, intentando procesar qué acababa de ocurrir.
—Bueno, tíos, yo me voy ya—dijo Eric, girándose hacia nosotros. Dios, me había olvidado de que estaba allí—. Se está haciendo tarde y ya sabéis cómo se ponen mis padres.
Me giré para verle y él alzó las cejas al ver mi rostro. Supuse que estaría tan descompuesto como si acabara de ver un fantasma. La de burlas que me caerían por ello... Pero, por suerte, no parecía que se hubiera dado cuenta de lo que acababa de pasar.
—Bueno, os veo el sábado. Si Liam se recupera del ictus o lo que sea que le ha dado—dijo agarrando su abrigo y alzando la mano como toda despedida.
—Adiós—pronunció Dylan, sonriendo como si no hubiera pasado nada.
Pero, en el estrecho espacio que había entre nosotros, donde la vista de Eric no alcanzaba, me cogió la mano.


sábado, 7 de febrero de 2015

Cazadores de Sombras II: Ciudad de Ceniza, #Cassandra Clare


Título: Cazadores de Sombras 2. Ciudad de Ceniza
Autor: Cassandra Clare
Editorial: Destino
Páginas: 455
ISBN: 9788408087533
Formato: Tapa dura con sobrecubierta
Precio: 17, 95€


Clary Fray desearía que su vida volviera a la normalidad. Si pudiera dejar atrás el mundo de los cazadores de sombras, tendría más tiempo para Simon, su mejor amigo, que se está convirtiendo en algo más... Pero el mundo subterráneo que acaba de descubrir no está preparado para dejarla ir; en especial ese apuesto y exasperante Jace. Para complicar las cosas, una ola de asesinatos sacude la ciudad. Clary cree que Valentine está detrás de esas muertes, pero ¿cómo podrá detenerle si Jace parece dispuesto a traicionar todo en lo que cree para ayudar a su padre?

En esta soberbia secuela de Ciuda de Hueso, Cassandra Clare arrastra de nuevo a sus lectores a las siniestras garras del Submundo de Nueva York, donde el amor jamás está a salvo y el poder se convierte en la tentación más letal.


En muchos blogs he leído <<Es verdad lo que dicen: esta segunda parte mantiene la misma emoción que al primera,>>. Y estoy completamente de acuerdo. Siempre tienden a decepcionarme un poco más las segundas partes de las sagas, pero este no es el caso; la segunda parte tiene la misma emoción que la primera. Lo que, en realidad, se podría considerar una decepción... Bueno, que está bien.


Simon gana bastante importancia en esta parte; pasa a ser casi (o igual) de protagonista que Clary. Yo ya le tenía mucho cariño de por sí, pero en este libro se multiplicó por ochenta. Se cuenta cómo está llevando su nueva vida. Además, comienza una relación amorosa con Clary muy forzada, ya que ella sigue deseando a Jace, a pesar de que es su hermano.
Jace y Clary apenas pueden hablarse. Se sienten mal el uno con el otro. Se atraen, se quieren, pero son hermanos. *Epic drama moment que te cagas*
Por otra parte, se están dando demasiados casos de subterráneos asesinados en misteriosas circunstancias. Y no tardarán en descubrir que no es una casualidad.
Maryse ha echado a Jace del Instituto, por ser hijo de Valentine, y tanto su nombre como el de su hermanita Clary van de boca en boca por todo el mundo de Cazadores de Sombras.
Valentine sigue desaparecido, desde que atravesó el portal dejando a Jace sólo con un fragmento de éste, el cual conserva como si fuera oro.


En esta parte, aparecen más personajes que tendrán una gran trascendencia en la saga. Como Maia, o la bruja de la Inquisidora (que es mala, pero con ganas, con muchas ganas). Pero, don't worry. Cassandra sabe trabajar con muchos personajes. Yo a veces me pongo a repasar todos los personajes que salen en Cazadores de Sombras y es asombroso lo bien que se sabe uno las historias de cada uno, lo que piensa y su personalidad sin perderse. Cassandra hace que comprendamos mucho a sus personajes, algo que admiro. 


Como he dicho, los finales de Cassandra Clare me parecen sencillamente perfectos, y en este libro lo es, pero me decepcionó un poco. Para mi gusto, de toda la saga, es el final más soso. A ver, es muy épico, pero comparado con los demás... no tanto.


En esta parte, también se empieza a notar un poco el interés por alargar la trama, algo que empieza a notarse demasiado a partir del cuarto. Pero no se te hace pesado, ni difícil de seguir, como he dicho, mantiene el interés de la primera.


En definitiva, es una segunda parte muy... lineal, no sé me ocurre otra palabra. Si te gustó la primera parte, te gustará este. Si no, pues lo siento en el alma. Hay que aguantar. En realidad este es el libro más sosillo de la saga, pero se sobrelleva.


Y, como siempre, el final deja bastantes cabos sueltos para la tercera parte... ¿Cuál será el plan de Valentine?


(Esos puntos satánicos que aparecen a la izquierda lo hacen por voluntad propia, yo
no les he invocado ni nada. He hablado con ellos y me han comunicado que no quieren irse.
Por el momento, hemos llegado a un acuerdo de alquiler)

  • "¿Recuerdas aquella canción que les cantabas cuando eran pequeños y tenían miedo de la oscuridad, para que se durmieran?
    - ¿De qué estás hablando?
    - Solía escucharte a través de las paredes. Era en francés. La canción.
    - No sé por qué recuerdas algo así.
    - A mí nunca me la cantaste.
    - Ah, tú. Tú nunca tuviste miedo a la oscuridad.
    - ¿Qué clase de niño de diez años no le tiene nunca miedo a la oscuridad?"


  • "¿Tienes que ser tan...?
    - ¿Desagradable? Únicamente los días en los que mi madre adoptiva me echa de casa con instrucciones de no volver a ensombrecer su puerta otra vez. Por lo general, soy extraordinariamente bonachón. Ponme a prueba cualquier día que no esté entre el lunes y el domingo."


  • "De acuerdo, lo que quiero ahora es responderte con algo sabihondo,
  •  pero todo lo que se me ocurre es...
  • - ¿Que quieres sexo?
    - Para. Que te amo.
    - O sea, que no quieres sexo.
    - No he dicho eso."


  • "Estoy bien. Puedo aguantarme en pie.
    - A mí me parece que estás usando la pared para sostenerte. Ésa no es mi definición de "aguantarme en pie".
    - Es estar apoyado. Estar apoyado viene justo antes de aguantarme en pie."


  • "Sangre. Tuve un sueño hace dos noches. Vi una ciudad toda de sangre, con torres hechas de hueso, y la sangre corría por las calles como agua.
    - ¿Se pasa todo el tiempo junto a la ventana farfullando sobre sangre?
    - No, a veces se sienta en el sofá a hacerlo."

  • "¡Aaah, esto ha sido divertido!
    - Este año por Navidad voy a regalarte un diccionario.
    - ¿Por qué?
    - Para que puedas buscar "divertido". No estoy seguro de que sepas lo que significa."


  • "Bueno, pues yo no voy a besar al mundano. Preferiría quedarme aquí abajo y pudrirme.
    - ¿Para siempre? Para siempre es una barbaridad de tiempo.
    - Lo sabía. Quieres besarme, ¿verdad?"


"- Es culpa tuya. No deberías de haberme besado de ese modo.
- ¿Cómo debería de haberte besado? ¿Te gusta de otra manera?
- No. Simplemente no quiero que me beses.
- A mí no me pareció que tuviésemos mucho donde elegir.
- ¡Eso es lo que no comprendo! ¿Por qué te hizo besarme? ¿Por qué obligarnos a hacer... eso? ¿Qué pudo haber sacado?
- Ya oíste lo que dijo. Pensó que me estaba haciendo un favor.
- Eso no es cierto.
Sí lo es. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Los seres mágicos no mienten."


"El amor nos hace mentirosos"


  • "¿Cuántos años tienes, de todos modos?
    - Yo ya estaba vivo cuando el Mar Muerto era sólo un lago que se sentía un poco pachucho."


"- Hay una cosa que no entiendo.
- ¿Sólo una cosa? Pues vas muy por delante del resto de nosotros."



"-  Tengo una estela que podemos usar. ¿Quién quiere hacérmelo?
- Un lamentable uso de palabras."





3,5/5

Es la peor parte, pero se disfruta



 
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